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*Teniente José Antonio Mijares víctima de los invasores norteamericanos.
Dando continuidad a la personal inquietud planteada en la anterior entrega hoy me corresponde recordar al Teniente José Antonio Mijares, como tercera y última parte de la argumentación de que junto a Mauricio Castro y el Capitán Manuel Pineda deben tener su sitial en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, o en su caso, erigírseles un mausoleo, un monumento ex profeso -o como se le denomine por parte de las instituciones de gobierno- pero que sea un espacio privilegiado culturalmente en la que bien podría denominársele Rotonda por los Defensores de la Integridad de la Península de la Baja California 1846-1848.
Se trata -amén de ser un propósito que abone a la promoción de un sentimiento nacionalista, al orgullo identitario y al fortalecimiento del apego a Sudcalifornia- de que el presente pueda ser útil como recordatorio de sucesos que históricamente nos han forjado como comunidad. Y es tarea de los investigadores e historiadores, producir nuevas obras que nos permitan conocer más sobre estos prohombres de Baja California Sur. De manera particular, de José Antonio Mijares pueden encontrarse paralelismos con la personalidad de Francisco Javier Mina, aquel militar español que simpatizando con la causa de la Independencia de México, no dudó en alistarse en las filas insurgentes y protagonizar acciones bélicas en las cuales hasta la vida le costaron, ya que fue fusilado en noviembre de 1817. Con Mijares, de origen español y naturalizado mexicano, las referencias de su vida lo ubican en esta similitud, toda vez que voluntariamente se incorporó a los milicianos insurgentes que llegaron del macizo continental para aportar valientemente y con arrojo, su esfuerzo hasta el sacrificio, para repeler a los invasores.
Las principales referencias bibliográficas de la participación de José Antonio Mijares nos remiten al citado texto de Don Pablo L. Martínez quien describe las características fundamentales de lo que denominó «La lucha en San José del Cabo», la que inició prácticamente el 23 de octubre de 1847 cuando los josefinos alentados por la derrota infringida a los norteamericanos en Mulegé el día 02 de octubre «se levantaron» expulsando a los americanos civiles que habían quedado resguardando la plaza ante la salida de los militares. Dice Don Pablo: «sin embargo, este impulso de rebelión tuvo que aplacarse, poco después, debido a la llegada del Escuadrón Naval del Pacífico, que arribó al puerto bajo el mando del Comodoro William B. Shubrick».
Habremos de recordar que la resistencia encabezada por Manuel Pineda, donde se encontraban los patriotas encabezados por Moreno, Mijares y Vicente Mejía, venía de Mulegé, habiendo pasado por La Paz, donde mantuvieron el cerco a los invasores norteamericanos que ahí se habían apertrechado con el auxilio de vecinos, misma plaza que debieron dejar ante la llegada de refuerzos y pertrechos los días 8 y 11 de diciembre con la Corbeta «Cyane» y el buque de guerra «Southampton».
A la llegada de los patriotas a San José los invasores y sus leales locales se fortificaron en la denominada «Casa Cural», en lo que ahora es la Casa de la Cultura municipal, iniciándose las hostilidades el 19 de noviembre por la tarde. Textualmente Don Pablo L. Martínez señala de esta batalla: «Los atacantes se posesionaron de los edificios próximos y desde esquinas, muros, puertas, ventanas y techos, procuraban cazar a los enemigos, al grado de que llegaban a meter las balas por las mismas troneras de la posición americana. A las ocho de la noche el valiente Mijares hizo un vigoroso ataque sobre la casa de los Mouet, defendida por traidores, pero fue rechazado. Antes del amanecer se retiraron los mexicanos, llevándose dos muertos y varios heridos. El siguiente, 20 de noviembre, se pasó en meras operaciones de tanteo, aparentemente. En realidad el plan de los mexicanos era atacar con todos sus elementos por todos lados simultáneamente, provocando confusión entre los sitiados, en medio de la cual Mijares avanzaría por el frente y a base de audacia y valor, se apoderaría de la pieza de artillería que constituía el peligro para el éxito de los mexicanos. Este plan se puso en práctica por la noche, iniciándose a las ocho; pero fracasó, porque Mijares, al avanzar con fiereza por el lado más peligroso para cumplir su misión, cayó gravemente herido, y murió otro día». (Pablo L. Martínez.- Historia de Baja California.- 1a. reimpresión.-Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Baja California Sur.- 1991.- México, D. F., páginas 377-78).
Desde algunas posiciones ideológicas y políticas -hasta culturales- podrían manifestarse opiniones contrarias a esta propuesta de enaltecer a Mauricio Castro, Manuel Pineda y a José Antonio Mijares, donde pudieran ser incluidos Moreno, Vicente Mejía y otros héroes que hasta ahora se les mantiene en el anonimato, pero que actuaron en la misma circunstancia que estos caudillos militares y políticos que abrazaron esta causa y murieron en esta desigual e injusta guerra contra México, ideada alevosamente por el presidente norteamericano James K. Polk para anexarse la Alta California.
En términos muy generales los objetivos que mueven al autor de esta propuesta, también han sido alentados por distintas personalidades, y no existen afanes protagónicos o de llevarme las palmas, por algo que seguramente es compartido por cientos de amigos y miles de ciudadanos que coincidimos en que «no solo de pan vive el hombre», sino de significados, símbolos, sucesos y ejemplos que no deben sino inscribirse y materializarse con mayor fuerza, porque Baja California Sur puede destacar su pasado histórico, sus vestigios arqueológicos, sus santuarios naturales, para mejorar su acervo y reposicionarse ante nuestro propio país y en el mundo. Hay una riqueza en estos aspectos, que trasciende a las bellezas del mar, el sol y la playa las cuales se venden incesantemente como destino turístico, pero es menester también fortalecer la identidad, la pertenencia y la conciencia en nuestros hijos, en los connacionales y extranjeros que llegan alentados por la búsqueda de mejores oportunidades para vivir, lo que a mediano y largo plazo es más pertinente, porque construye ciudadanía.
No obstante que la historia y el civismo, éste último prácticamente olvidado o deficientemente impartido en las aulas de la educación formal, deben recibir un nuevo impulso con proyectos sencillos pero contundentes, para evitar que en una o dos décadas después, de no hacer nada, estemos lamentándonos de una prospectiva que se ve venir, desnacionalizada, transculturizada, globalizada a ultranza, donde las identidades locales, regionales y nacionales pierdan la partida, como hasta la fecha ha venido sucediendo en la época contemporánea, y no tengamos como sociedad elementos culturales e históricos que ideológicamente nos permitan enfrentar este tipo de invasión, vaya, ni siquiera la podemos identificar como pacífica, lenta y silenciosa, sino todo lo contrario. Se trata de prevenir, lo que en el argot médico podríamos decir, «vacunarnos» para el futuro inmediato. Tenemos con qué hacerlo. (09/09/16).
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