Aleteando con los brazos, Kip Fenton sobrevolaba el mar de rascacielos de la ciudad de Nueva York mientras el viento silbaba en sus oídos, pero llegó el momento de quitarse las gafas especiales y encontrarse nuevamente en una sala bien iluminada cerca de Boston, donde ya no era un ave sino un creador de programas informáticos vestido con pantalones vaqueros y camisa verde a cuadros.
Tras el ventanal, un hombre con teléfono celular se detuvo a tomar una foto de Fenton y la extraña máquina que le daba la sensación de volar.
«Siempre he querido volar», dijo Fenton, de 59 años. «Es una fantasía que tengo, si pudiera ser un animal sería un pájaro».
La fascinación humana con el vuelo inspiró en el artista y estudioso suizo Max Rheiner la invención del simulador de vuelo ensayado por Fenton. LlamadoBirdly («aviar»), el prototipo será exhibido hasta el sábado en Le Laboratoire, un centro de arte y diseño dentro del enorme barrio tecnológico de Cambridge.
«Birdly es el sueño de volar hecho realidad», dijo Rheiner, que pasea su invento por el mundo desde mediados de 2014.
Parece una mesa futurista de consultorio médico con alas. El usuario se tiende boca abajo, estira los brazos a los costados y apoya las palmas de las manos sobre tablas que hacen las veces de alas y plumas. Tras colocarse audífonos y antiparras de realidad virtual, la mesa se inclina para alzar un poco las piernas.
Bruscamente, aparece una visión de Manhattan desde el cielo y todo está en movimiento. En su vuelo de ensayo, Fenton giró las palmas para subir y la máquina entera inclinó su cuerpo hacia arriba, luego invirtió el movimiento para bajar en picada. Para acelerar, aleteó con los brazos.
Durante todo ese tiempo, un ventilador cercano le agitaba el pelo y en los audífonos sonaba el silbido del viento. Al girar la cabeza, tuvo una visión del horizonte.
«Extraordinario, me encantó», dijo luego.
Carrie Fitzsimmons, la directora ejecutiva del centro artístico, bajó de un salto al sentir vértigo.
Después de más de un año, el equipo Birdly está poniendo fin a su gira y promocionando su compañía, Somniacs, que planea fabricar y vender el simulador próximamente. No será barato, dijo Rheiner, pero todavía no tiene precio. Está estudiando si puede tener un uso terapéutico, por ejemplo para gente que anda en silla de ruedas.
En cuanto a Fenton, su queja fue que la experiencia resultó demasiado breve. «Pagaría 100 dólares para hacerlo durante media hora», dijo.