Origina varamiento de cetáceos y reduce bioirrigación, rotación de sedimentos, reciclaje de nutrientes y almacenamiento de carbono
Los efectos de la actividad humana alcanzan el medio submarino. Ecosistemas y biodiversidad reflejan importantes pérdidas originadas por exploraciones o construcciones costeras y en altamar, sonares militares y civiles, navegación marítima e incluso labores de investigación científica mediante hidrófonos y otros instrumentos.
La revista Nature, citada por el portal Magnet Xataca, documentó que en 2002 maniobras militares realizadas cerca de las islas Canarias estaban provocando el varamiento de ballenas, a las que el ruido del sonar (Sound Navigation and Raging, por sus siglas en inglés) asustaba y obligaba a huir a tal velocidad hacia las profundidades que sufrían una descompresión que les daña internamente y las desorienta.
El sonar se usó por primera vez en la Primera Guerra Mundial para detectar icebergs y evitar catástrofes como la ocurrida al Titanic en 1912. En 1917 Inglaterra recurrió a un sonar activo para enviar y recibir sonidos, con el fin de descubrir submarinos.
A partir de la Segunda Guerra Mundial el uso del sonar se extendió a más actividades militares: ubicación de minas, intercepción de transmisiones sonar enemigas, y también a actividades civiles: pesca, cálculo de profundidad y topografía, exploración en condiciones adversas y arqueología, entre otras que interfieren la comunicación de la fauna marina.
Para crustáceos y moluscos el mal no es menor, indica el portal www.vistaalmar.es. Cita un estudio de la Universidad de Southampton, publicado en la revista Scientific Reports, según la cual la exposición a sonidos asociados al tráfico marino y a las construcciones en alta mar altera el comportamiento de invertebrados de sedimentos marinos, como la cigala, la almeja japonesa y la ofiura, cuya contribución es crucial para el ecosistema marino.
Las actividades de madriguera y bioirrigación, que es la cantidad de agua que el organismo mueve dentro y fuera de los sedimentos, son capitales en el reciclaje de nutrientes y el almacenamiento de carbono. Pero algunos sonidos artificiales reducen el riego y la rotación de los sedimentos, y al compactarse estos retrasan y empobrecen el oxígeno disuelto, producen condiciones severas de hipoxia e impactan la productividad de los fondos marinos, la biodiversidad y la producción pesquera de los sedimentos.
El estudio La Contaminación Acústica Submarina: Fuentes e Impacto Biológico, del Centro Universitario de la Defensa San Javier, de Murcia, España, expone que el ser humano hace un uso abusivo de sistemas perturbadores del entorno submarino.
Dragados y construcciones, perforaciones y producciones de gas y petróleo en o cerca del mar, transporte marítimo, investigaciones geofísicas, sonares activos, explosiones submarinas e investigaciones oceanográficas son fuente de ese ruido. Pero los buques son los que mayor contaminación acústica submarina generan, según su tamaño y velocidad. Producen ruido de banda ancha con sus hélices, ruido hidrodinámico y de sistemas de propulsión, además del ruido de banda estrecha con bombas, motores y equipos de alimentación eléctrica.
La contaminación acústica impide el desarrollo de los seres vivos y su comportamiento habitual, y aunque el ruido no se acumula, la exposición continua puede deteriorar su calidad de vida al causar hostigamiento, evasión, dificultad en la comunicación, interrupción en la alimentación y el apareamiento, entre otros.
El Instituto de Acústica de la Universidad Austral de Chile sostiene que el ruido submarino ha ido en aumento como resultado del número de proyectos que requieren de una evaluación de impacto ambiental, para saber cómo el medio ambiente subacuático podría ser afectado, en especial cuando seres vivos están involucrados.