• Una hectárea de selva chiapaneca puede albergar 160 especies de plantas vasculares y hasta 7,000 árboles
Gracias a los esfuerzos para recuperar su biodiversidad, hoy la Reserva de la Biósfera Montes Azules brinda al viajero la oportunidad de recorrer sus senderos o navegar a lo largo de las aguas del río Lacantún y Usumacinta, donde se disfruta de la impresionante belleza escénica de una selva que se mantiene siempre verde.
Enclavada en la selva Lacandona, Montes Azules es una de las zonas con mayor diversidad genética tanto en México como en el continente Americano, y cumple casi 30 años como área natural protegida.
Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, las selvas tropicales húmedas de México fueron transformadas en terrenos agropecuarios. Fragmentadas y reducidas, quedaron solo dos macizos importantes, el de los Chimalapas, en Oaxaca, y el de la selva Lacandona, en Chiapas.
Por los ecosistemas que la conforman, la selva Lacandona es el centro de más alta diversidad biológica en la región tropical del continente Americano. Este capital natural se encuentra protegido en la Reserva de la Biósfera Montes Azules, la cual fue decretada por el gobierno mexicano el 12 de enero de 1978. Un año después, la Unesco la incluyó en la Red Mundial de Reservas de la Biósfera.
La reserva, ubicada en plena selva Lacandona, colinda con Guatemala en el extremo este del estado de Chiapas. Aunque ocupa solamente el 0.16% de la superficie de México, su biodiversidad incluye el 20% de las especies nacionales de plantas, el 30% de las aves, el 27% de los mamíferos y el 17% de los peces dulceacuícolas.
Una hectárea de selva chiapaneca puede albergar 160 especies de plantas vasculares y hasta 7,000 árboles. En un solo árbol pueden existir 70 especies de orquídeas, cientos de especies de escarabajos, hormigas y otros insectos. Solamente para el caso de las mariposas diurnas, la reserva contiene el 44% del total nacional.
Montes Azules abarca 331 mil hectáreas cubiertas por selvas perennifolias e importantes ecosistemas dulceacuícolas, como las lagunas Miramar y Lacanjá, así como los ríos Negro, Tzendales y San Pedro.
En 2002 fue publicado el programa de manejo respectivo, instrumento con el que se regula su operación a fin de conservar los recursos biológicos y culturales de la reserva. Como resultado de los esfuerzos de conservación, se ha logrado recuperar poblaciones de fauna en peligro de extinción, como el jaguar, el tapir, el jabalí de labios blancos, el mono saraguato, el mono araña y la guacamaya roja, entre otros.