Antes de que el viento y el arrastre de agua la disgregaran, por primera vez se excavó intacta una estructura arquitectónica de comunidades agricultoras, hallada con georadar. Los arqueólogos no creen que se trate de una estructura cualquiera, sino de un lugar ceremonial ligado a los mitos de creación de comunidades de agricultores del desierto
Mediante el uso de georadar, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Arizona lograron ganar tiempo al desgaste geológico y por primera vez exploraron intacta, una frágil estructura arquitectónica de los antiguos agricultores del desierto de Sonora, en el sitio La Playa, ubicado en un valle aluvial del municipio de Trincheras, donde desde hace 25 años la investigación se realiza contra viento y agua, y está marcada por una paradoja: la erosión destruye los vestigios pero también los descubre.
En el año 2010, antes de usar el georadar y gracias a la erosión que había expuesto algunos artefactos, los arqueólogos encontraron por primera vez una vivienda de los asentamientos del periodo de Agricultura Temprana (800 a.C. a 200 d.C.). Íntegra sólo en una mitad. En el perfil de la tierra erosionada, el piso prehispánico de la casa se marcaba ante sus ojos, educados para localizar rastros culturales entre montones de arena disgregada. El suelo de la vivienda se halló cubierto de material carbonizado.
Al excavar el sedimento que lo cubrió por cientos de años, se fueron revelando los restos quemados de una casa en foso, de bajareque: elaborada con varas entretejidas y unidas con una mezcla de tierra húmeda y carrizo. Su forma era circular. Se construyó a una profundidad de alrededor de 40 centímetros bajo la superficie del suelo. La morada sufrió un incendio y el material con que se edificó se preservó por estar carbonizado.
En el piso hay 24 hoyos de 3 centímetros de diámetro por 3 ó 4 centímetros de profundidad, con fragmentos de carbones en su interior. Los hoyos servían de base para clavar postes que daban la estructura a los muros. Aparentemente eran de ocotillo, un arbusto de ramas verticales que crece en la región. Entre el relleno de muros y sobre el suelo, los arqueólogos hallaron puntas de proyectil, cuatro en total del tipo que ellos denominan Ciénega, de forma triangular y pedúnculo (equivalente a un tallo), por lo regular recuperadas en sitios de los primeros agricultores, lo que permitió inferir la época en que fue habitada.
La antigüedad de la vivienda se pudo corroborar fechando en laboratorio el material carbonizado: corresponde al periodo Agricultura Temprana, entre el año 0 y 200 d.C. La arqueóloga Elisa Villalpando Canchola, co-directora del proyecto de investigación con James T. Watson, de la Universidad de Arizona, y John Carpenter Slavens, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al igual que ella, comparten ahora los descubrimientos.
“La Playa es uno de los sitios arqueológicos más espectaculares del Norte de México y Suroeste de Estados Unidos”, dice con énfasis Elisa Villalpando y explica que tiene una historia de 10,000 años de ocupación humana y en sus 12 kilómetros cuadrados no sólo se han descubierto materiales de los primeros agricultores (1,500 a.C. a los primeros siglos de nuestra era), también se han hallado rastros de bandas de cazadores del periodo Arcaico (7,500 a 1,500 a.C.), y grupos paleoindios Clovis, de hace 11,000 años, e incluso vestigios de fauna extinta del Pleistoceno que caminó por esas tierras, como el mamut, el caballo y camello prehistóricos, de hace 13,000 años.
Así mismo grupos de tradición Trincheras (200 a 1450 d.C.), hasta algunas evidencias del periodo histórico (1,600-1850). La arqueóloga, que con una pasión indescriptible ha dado su vida al estudio de las culturas del Noroeste de México, explica que los vestigios culturales están entre los sedimentos del abanico aluvial que se forma al pie de monte de la Sierra Boquillas y la erosión los va poniendo a flor de tierra.
De acuerdo con John Carpenter, La Playa es el sitio más grande del periodo Agricultura Temprana conocido de ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Elisa Villalpando destaca que es de los más antiguos que se han investigado en Sonora, pues existen otros registrados en la región que podrían haber desarrollado los primeros eventos agrícolas del desierto, pero está pendiente su estudio.
La investigadora explica que Carpenter ha propuesto que en La Playa, durante el periodo de sequía muy fuerte conocido como Altitermal (5,500 a 2,500 a.C.), los grupos humanos emigraron hacia regiones con mejores condiciones ambientales, donde entraron en contacto con grupos que tenían conocimiento del cultivo de maíz.
Pasado este periodo regresaron al desierto y comenzaron a desarrollar la agricultura de irrigación: a través de canales, desviaron el agua de un arroyo, hoy seco, hacia sus campos de cultivo, delimitados por una especie de bordes que les permitieron tener agua controlada para la siembra. En un principio plantaron maíz y posteriormente, frijol y calabaza. Eran de la lengua yutoazteca.
“Uno de los grandes retos para la arqueología en La Playa ha sido excavar contextos intactos”, dice enfática Elisa Villalpando; explica que resulta difícil encontrar entornos que no estén erosionados, alterados y con las temporalidades mezcladas: “Al contrario, lo que vemos comúnmente son fragmentos disgregados de bajareque y cientos de artefactos fuera de su lugar original”.
Como tesis de posgrado en geoarqueología de Rachel Cajigas, de la Universidad de Arizona, en la temporada de excavaciones 2015 los investigadores decidieron usar un equipo especializado de georadar y gradiómetro para detectar posibles elementos arqueológicos, aún encapsulados en el tiempo bajo el suelo desértico. Principalmente, buscaban canales de irrigación sin alteraciones con la idea de confirmar la antigüedad del sistema de irrigación. La sorpresa fue que el aparato reportó anomalías circulares en áreas sin erosión.
En noviembre empezaron a excavar algunas de esas anomalías y descubrieron más estructuras circulares con el perímetro quemado. En abril pasado terminaron de excavar una de éstas, con el fin de precisar las dimensiones y comprobar si realmente correspondía con un área doméstica: “Sí: el perímetro de la casa está completo”, dice la investigadora. En el contorno está el arranque de unas paredes de carrizo que se quemaron por eso es posible detectarlo a través del georadar.
En el exterior de la tierra quemada había restos de carrizos. También se exploró la parte interna de la estructura: más o menos en su centro se descubrió un foso que posiblemente estuvo cubierto por una techumbre de ramada, cuyo rastro está indicado por los hoyos de los postes haciendo triángulo para dar forma a ese tipo de cubierta. Por similitud con elementos arquitectónicos de los grupos indígenas actuales del desierto de Sonora, podría tratarse de una construcción de función ritual que recibe el nombre de “santuario de los niños”, ligado a los mitos de creación O´odham, explica la investigadora.
Las recientes excavaciones han permitido recuperar datos sobre el tipo de construcción que usaron los primeros agricultores del desierto, principalmente han obtenido información de la casa descubierta en 2010, que es la que lleva más tiempo de análisis:
“Podemos inferir que las paredes fueron excavadas con un instrumento de corte circular, seguramente algún palo de madera. Una vez lograda la profundidad requerida se hacía el montaje del sostén de las paredes, con troncos de mezquite o palo fierro que permitían recibir el techo de carrizo entreverado. Entre estos postes principales, se colocaban las varas de ocotillo o costillas de saguaro para dar forma a las paredes que se recubrían con lodo. Parecería que el piso fue pulido. Es muy posible que en la parte central del piso hubiera un fogón, alineado con la entrada de la habitación; sin embargo, la erosión de casi la mitad de la estructura no permite confirmarlo.”.
Si en las casas hubo incendios accidentales o provocados en un cierre ritual es algo que los arqueólogos difícilmente podrán corroborar. Aunque se inclinan por lo segundo, debido a que tres puntas Ciénega fueron colocadas sobre el piso de la entrada de manera intencional, antes de que la vivienda ardiera: “Lo que nos parece importante destacar es que no creemos que se trate de una casa cualquiera, sino del lugar de residencia de un miembro de la comunidad que tenía acceso a parafernalia ligada a lo ritual”, concluye la arqueóloga, que ya prepara la próxima temporada de campo para seguir interviniendo las estructuras arquitectónicas de las comunidades prehispánicas del desierto de Sonora.