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Entre fierros, cristal y segunderos se nos va la tranquilidad

Robar cosas de valor no es redituable si lo hurtado no se introduce al mercado negro, si el ladrón no vende el botín y sigue robando, solamente acumulará artículos de valor que no se comen, ni quitan la sed, no se fuman ni inhalan, de nada le servirán. La ola de inseguridad no ha llegado a su resaca en Santa Rosalía y el resto de Mulegé, porque hay compradores y vendedores de objetos robados, economía informal legitimada por clientes, víctimas y autoridades; se vende y se compra fierro viejo, fierro histórico, cables nuevos… y todo está permitido.
El móvil de los delitos lo conocemos todos, de cerca y de más cerca en nuestra comunidad: la desgarradora y degenerativa combinación entre adicción y pobreza.
Pero lo que mantiene a nuestra comunidad en un constante estado de alerta por robos, es la omisión de los legisladores para regular los procesos de recuperación de materiales secundarios valiosos (tales como metales férricos y no férricos), así como la instalación y procedencia de los vendedores ambulantes, localmente conocidos como “segunderos”.
La paliativa reacción de suspender por breves lapsos las actividades del mercado negro porque se pone “caliente” el ambiente, solo orilla a los rateros de a pie, a elevar su grado de riesgo en la desesperación por conseguir un ingreso, y empiezan a robar dinero, efectivo, asalto a mano armada, con violencia, desgarrando más el tejido social y la endeble línea que nos separa de una emergencia social.
Se pone más caliente.
La minería urbana es amigable con el ambiente, más al igual que la minería convencional, necesita reglas, leyes. Legislar es su principal función señores diputados, no andarse tomando fotos a cada paso para que creamos que además de bien parecidos son trabajadores. Hacer leyes es su trabajo, y en el municipio de Mulegé tenemos un grave problema, por favor, tomen cartas en el asunto.
Sin el oneroso sueldo que reciben sus asesores les sé decir que si aceptan partes de bancas públicas como fierro viejo en las recicladoras, y se transporta por todo el municipio a sus anchas todo lo robado, que dicho sea de paso, es muchísima mercancía, hay un enorme hueco en nuestro marco jurídico. La legislatura pasada solo tocó el tema, se quedó en declaraciones o letra muerta. El problema existe y asfixia la poca credibilidad que queda en nuestro sistema político, en las reglas del juego cotidianamente llamado vida, y es ahí cuando surge la anarquía, empezando por hacer justicia por su propia mano, arrebatando al estado el monopolio de la violencia legítima.

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