*El monte del Rostro Suplicante en Cabo San Lucas.
Tenemos muchos años de viajar de La Paz a San José del Cabo, y viceversa. Desde niño, por la vieja carretera, ahora conocida como «vía larga» y prácticamente desde cuando se abrió la «vía corta» por Todos Santos pasando por Cabo San Lucas.
Pero no fue sino hace como una década o poco más años, que nos dimos cuenta que desde la carretera federal, casi enfrente de donde se encuentra la planta generadora de energía eléctrica propiedad de particulares que suministra electricidad a los hoteles de la zona turística de Cabo San Lucas cuando falla la energía de la paraestatal Comisión Federal de Electricidad, a pocos kilómetros del entronque a la autopista de cuota, se encuentra un emblemático «cerro» que forma parte de la cadena montañosa de la Sierra de La Laguna y que se yergue como un rostro humano, de perfil, mirando hacia el cielo.
En broma les preguntaba a mis hijos: ¿Qué estará haciendo el individuo acostado en la tierra? Y juntos hacíamos elucubraciones y poníamos palabras en el labrado perfil por fuerza de la erosión natural, mientras íbamos llegando a Cabo San Lucas, vislumbrando a lo lejos la bahía donde se asemeja un pétreo dinosaurio que se mete al mar y nos legó el Arco milenario, observando con preocupación la cada vez mayor mancha urbana, el polvo y los humos contaminantes que por las mañanas parecen despertar impelidos por los vientos dominantes que bajan de la sierra.
Ayer le pregunté a mi hijo Chomy: ¿Recuerdas como se llama el monte donde están esculpidos los rostros de cuatro de los presidentes norteamericanos? Sin dudarlo me contestó, inmediatamente: «El Monte Rushmore, de Dakota del Sur».
Y no se trata de hacer un «parangón», una comparación o una similitud, pero aquel monumento esculpido en los terrenos que originariamente fueron de la tribu Sioux norteamericana, tiene su historia y su razón de ser, porque su construcción a partir de 1925 se ha constituido en un monumento nacional que distingue a esta entidad de los Estados Unidos de América.
No conozco el lugar, pero no dudo de que en aquel vasto territorio norteamericano se encuentren infinidad de míticos lugares, hechos por la naturaleza o por la mano del hombre, que quizás nos asombrarían.
Y en Baja California Sur tenemos también lo nuestro. Cosas misteriosas y desde luego muy naturales. Cualquiera conoce del perfil esculpido en el Cerro de La Calavera en La Paz -cuyos terrenos fueron vendidos por el tristemente célebre Leonel Cota Montaño, y a lo cual nos opusimos en su momento- donde en la cima y mayormente si se observa de perfil, ha quedado labrado para la posteridad lo que asemeja una calavera humana; y en el mismo cerro, pero más cerca del balneario El Coromuel, se encuentra el que se conoce como Perfil del Diablo, donde también, desde la carretera se puede observar con toda precisión delineado el rostro de lo que conocemos como representación de Satanás. Y aquí, como en el mercado, hay para todos los gustos: misterio, misticismo, satanismo, temor de Dios, caprichos de la naturaleza, etcétera.
Pero regreso al que podríamos llamar El Rostro Suplicante de Cabo San Lucas. Si conviniéramos en que esta sería la mejor denominación popular para este «monumento de la madre naturaleza», no tendríamos necesidad de acudir a la Comisión de Nomenclaturas Oficiales del Cabildo del Ayuntamiento de Los Cabos, para que se autorizara tal nombre, porque quizás en la discusión propondrían emular a algún otro personaje de la región.
Y como me gustan las elucubraciones, pienso en voz alta, y me pregunto: ¿Alguien esculpió este rostro que mira al cielo? Si fue la naturaleza ¿por qué esta figura caprichosa? Si convenimos en que mira al cielo porque cree en Dios y está orando, pidiendo, suplicando, ¿será por lo que nos pasa como sociedad? Y como creo en la ley de la causalidad (causa-efecto) también confío en que esa figura emblemática es portadora de un mensaje para todos nosotros.
La presencia de El Rostro Suplicante de Cabo San Lucas, en una zona silvestre donde miles de cardones padecen una severa plaga que los aniquila, y que las autoridades forestales no han podido o querido controlar, no creo que sea obra de la casualidad. Me gustaría creer que la presencia de ese monumento natural es para bien, porque no es una figura como las de El Cerro de La Calavera, que reflejan a la muerte por un lado y al mal por el otro. Y aquí, brevemente, también recuerdo como hace unos veinticinco o más años, en La Paz, teniendo como telón de fondo el edificio del Teatro de la Ciudad, visto desde la calle Reforma y Valentín Gómez Farías, se produjo un «fenómeno» para unos, «milagro» para otros -yo incluido- que reflejaba con las ramas de los árboles grandes, el Rostro de Cristo, con la corona de espinas perfectamente conformado, y que fue visto por miles de paceños, incluso fue motivo de reportaje en medios de comunicación. Y las autoridades de la época, en el ánimo, según ellos, de evitar fanatismos, mandaron cortar los árboles. «¡Mira pué!» -dijeron los paceños de aquellos años: «Cuando deben andar, gatean».
Por eso «descubrir» El Rostro Suplicante de Cabo San Lucas, no creo que sea solo exclusividad de nuestra familia. Muchos seguramente se percataron de ello, y quizás desde hace mucho tiempo. Tengo la suerte de poder escribir y expresar mi pensamiento -más con fines de esparcimiento- y si por ahí me acerco a la literatura, qué bueno; y si hay algunos a quienes les gustan los temas tratados, he cumplido mi cometido.
Termino diciendo que me gustaría creer que El Rostro Suplicante de Cabo San Lucas, está viendo al cielo, orando a Dios por nosotros y pidiendo la intercesión de la Virgencita María de Guadalupe, bendición de los mexicanos: por lo que nos pasa como una sociedad donde la violencia impone su signo de muerte y destrucción, porque el mal social de la delincuencia -entrelazada con el narcotráfico y los negocios ilícitos- alcanza a inocentes, niños, jóvenes, hombres y mujeres que sin deberla ni temerla, han estado en el lugar y en el momento «equivocado»; porque como comunidad andamos confundidos en el tener riqueza y bienes, lo que va de la mano con la ambición, la envidia, la avaricia, la prepotencia, la soberbia y raya en la corrupción y en el viejo y tergiversado estigma maquiavélico de que «el fin justifica los medios». Porque escasamente nos preocupamos por el ser: por ser solidarios, por ser honestos, por ser prudentes, por ser humildes y sencillos, por conservar principios y tradiciones, por vivir para la familia, trabajando por ella y para nuestros hijos, no para acumular fortuna que al rato es infortunio, porque en lugar de ayudar buscamos arrebatarle al prójimo lo poco que tiene, por distintos medios, porque queremos el gobierno para servirnos de él y no para servir a la comunidad; porque vivimos más la banalidad que la trascendencia, y un sin fin más de porqués.
Creo que El Rostro Suplicante de Cabo San Lucas, también mira al cielo, porque se ha cansado de voltear a la tierra; tierra que creíamos nuestra y la perdimos sin percatarnos de ello, mareados y confundidos por lo nuevo, lo moderno y los billetes verdes que globalizan lo bueno para los menos y lo malo para muchos. Creo que pide al cielo, porque no le queda de otra, mientras el panorama de afectación social, humana y ambiental, está llegando a grados insostenibles. (14-08-2016).
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