La interrelación bosques-agua, tema de la celebración mundial 2017. Reto global, frenar la deforestación de 13 millones de hectáreas anuales.
Pensar que la vida de mil 600 millones de seres humanos, incluidas más de dos mil culturas indígenas, dependen de los bosques, sería suficiente para que la humanidad entera tomara conciencia sobre la importancia de cuidar y conservar estos ecosistemas terrestres.
En su amplia variedad, los conglomerados vegetales llamados bosques cubren un tercio de la superficie terrestre; albergan más del 80 por ciento de las especies animales y vegetales del planeta, y a las comunidades humanas que los habitan les aportan refugio, alimento, medicina, trabajo, seguridad, e incluso esparcimiento y disfrute del paisaje.
Pero más allá de las verdes fronteras, sus beneficios ecológicos, económicos y sociales llegan a todos los habitantes de las pequeñas y las grandes ciudades del mundo, ya como oxígeno, agua dulce, madera, productos silvestres comestibles y de ornato, entre muchos más: la biodiversidad misma al servicio de la humanidad. No obstante, la deforestación avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas al año y es responsable de entre un 12 y 20% de las emisiones de gases que producen el efecto invernadero y contribuyen al calentamiento global.
Tan crítico escenario apresuró la necesidad de conectarnos conscientemente con estos ecosistemas y de asumir nuestra responsabilidad de preservarlos, por lo cual la Organización de las Naciones Unidas determinó que cada año, el 21 de marzo, en todo el mundo se pongan los reflectores sobre esos sitios mediante la celebración del Día Internacional de los Bosques, que este año destaca el papel fundamental de las reservas forestales para abastecer al planeta de agua dulce, recurso esencial para la vida.
Este año, la ONU pone énfasis en el propósito de promover la toma de conciencia sobre las interconexiones entre los bosques y el agua y sus contribuciones a las iniciativas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y puesto que al Día de los Bosques le sucede el Día Mundial del Agua, el 22 de marzo, la ONU impulsa una conmemoración conjunta de estos recursos naturales con el lema “Bosques y agua. Mantener la vida y los medios de subsistencia”.
Recordemos que a los bosques se les llama también fábricas de agua, ya que las cuencas hidrográficas y humedales forestales suministran el 75 por ciento del agua dulce accesible en el mundo para satisfacer las necesidades domésticas, agrícolas, industriales y ecológicas. Por si fuera poco, los bosques actúan como filtros naturales del agua.
De ahí que la conservación de los bosques revista suma importancia para un tercio de las mayores ciudades del mundo habitadas por millones de personas, que obtienen un volumen significativo del agua dulce de buena calidad que fluyen directamente de los bosques de zonas forestales protegidas. La Ciudad de México es el ejemplo más inmediato y representativo a nivel mundial, ya que 20 millones de los habitantes del Valle de México, es decir, la ciudad y su zona conurbada, obtienen su agua potable de los bosques de montaña, y lo mismo ocurre en otras ciudades del país.
Los bosques ayudan a mantener una elevada calidad del agua, influyen en la cantidad de agua disponible y regulan el flujo de las aguas de superficie y subterráneas. Además, contribuyen a la reducción de riesgos relacionados con el agua como desprendimientos de tierra, inundaciones y sequías y evitan la desertificación y la salinización. Muchos de estos fenómenos están relacionados con el cambio climático que está alterando el papel de los bosques en la regulación de los flujos de agua e influye en la disponibilidad de los recursos hídricos.
Al cumplir funciones de amortiguamiento, enfriamiento, intercepción de la lluvia, infiltración y retención del agua, los bosques pueden mitigar los fenómenos meteorológicos extremos y reducir los efectos del cambio climático en los recursos hídricos. En contraparte, los bosques son vulnerables a los efectos del fenómeno climático, como la disminución o el cambio del régimen de lluvias.
Los gestores forestales deben reducir la vulnerabilidad de los bosques al estrés por falta de agua y reforzar su función como garantes de un suministro continuo del líquido, pues así como los bosques prodigan agua, son también importantes usuarios del recurso porque los árboles consumen el mayor nivel de agua cuando alcanzan la altura máxima de su ciclo vital y durante su crecimiento más intensivo, pero son susceptibles a la falta de agua por precipitaciones insuficientes o disminución del agua subterránea disponible como la saturación de los suelos o los encharcamientos.
Por otra parte, si uno de los Objetivos del Milenio es asegurar el acceso al agua para todos los habitantes del planeta, importa mucho cuidar la relación bosques-agua. Según los parámetros mundiales, un país enfrenta una grave crisis del agua cuando el agua disponible no llega a 1000 metros cúbicos per cápita anual, y un índice menor impacta la salud y el desarrollo económico de una nación. Y si el agua disponible es inferior a 500 metros cúbicos, la vida de los pueblos queda gravemente comprometida.
El Atlas del Agua 2015, editado por la CONAGUA, refiere que como resultado del crecimiento poblacional, el agua renovable per cápita a nivel nacional pasaría de 3736 metros cúbicos por habitante en 2014, a 3253 en 2030. Sin embargo, en algunas regiones hidrológico-administrativas del país, el agua renovable per cápita alcanzará en 2030 niveles cercanos o incluso inferiores a los 1000 metros cúbicos por habitante al año, una condición de escasez.
Dos regiones hidrológico-administrativas se encuentran en esa condición: I Península de Baja California y VI Río Bravo. Pero la mayor gravedad, con niveles menores a 500 metros cúbicos por habitante por año, es decir, condición de absoluta escasez, se encuentra en la región XIII Aguas del Valle de México, y sólo la región Frontera Sur del país presenta condiciones ventajosas respecto del agua renovable.
Por eso la correlación bosques-agua dulce, debe crecer ante nuestros ojos: el agua es un elemento esencial de la gestión forestal sostenible, y los bosques son cruciales para regular el ciclo del agua. Conservar los bosques y cuidar el agua forman parte de un círculo que debe ser virtuoso.