Por Víctor Octavio García
- Tierras… Tierras!
A escasos meses de que Juan José Guerra Abud asumiera la titularidad de Semarnat, el corredor Punta Coyote-Puerto Mejía, –de gran potencial turístico–, experimentó una inusitada y fuerte actividad de operaciones de compra-venta de tierras, de juicios y demandas judiciales en relación a la tenencia de la tierra; se revivieron viejos conflictos agrarios, se reabrieron nuevos expedientes y se desempolvaron otros a la par con invasiones de predios (algunos en condiciones de pro-indiviso) que de inmediato llamó la atención de los corredores de bienes y raíces, rancheros, posesionarios y desarrolladores asentados en la zona.
Nadie se explicaba el porqué de esa extraña efervescencia. Miguel Alemán que tienen grandes extensiones de tierra en la zona no habían hecho ningún anunció de nuevas inversiones, ni los Ruffos que también poseen tierras con playas, ni los paracaidistas que desarrollan en Punta Coyote, así que nadie se explicaba del porqué tanto movimiento y especulación en torno a la tierra; tierras áridas y ociosas que desde centurias se han conservado el mismo estado improductivo de pronto habían despertado el interés de incógnitos desarrolladores. Existía un vago referente de que en esa zona se construirá la planta desalinizadora que comprometió Enrique Peña Nieto en su campaña política por la Presidencia, pero hasta allí.
En cuanto llega Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República y designa a Juan José Guerra Abud, Secretario de Medio Ambiente y Recurso Naturales (Semarnat), y a la par lo nombra “padrino” de BCS, es decir, intermediario del gobierno estatal ante el gobierno federal, el corredor Punta Coyote-Puerto Mejía experimenta una incesante actividad de operaciones de compra-venta de tierras. Grandes extensiones de tierra de pronto cambian de dueños sin mayor explicación. Un verdadero misterio.
Misterio que se develaría meses después cuando se descubrió que Juan José Guerra Abud, titular de Semarnat (ingeniero mecánico electricista egresado de la Universidad Anáhuac), se había convertido en un comprador compulsivo de tierras en la zona. Guerra Abud, a diferencia de inversionistas y desarrolladoras asentados en la zona, contaba con información privilegiada y conocía perfectamente el lugar, cuándo y en que área se construirá la desalinizadora, donde adquirió cientos de hectáreas de tierras. Fue así, como en forma sigilosa y subrepticia adquirió y se hizo de enormes extensiones de tierras con fuerte potencial turístico a través de prestanombres y familiares. Hoy por hoy, Juan José Guerra Abud, es uno de los nuevos propietarios –o potentado– de tierras sobre el corredor Punta Coyote-Puerto Mejía.
Para esto, el “Secretario” –como lo llamaba José Carlos Cota Osuna– se desvivía en atenciones hacía el gobernador del Estado. Marcos Covarrubias pronto se “cebó” pidiendo y pidiendo, y todo lo que pedía se lo daban, así se tratara de focos ahorradores (luminarias), recursos para rellenos sanitarios y otros programas de carácter social. De hecho, Guerra Abud se convirtió en un gestor incansable ante las Secretarias de Estado de apoyos extraordinarios para el Estado, lo mismo ante la SHyCP o en PEMEX, lo que permitió que el gobernador Covarrubias saliera avante con una serie de compromisos que de otro modo difícilmente lo hubiese logrado.
En el mismo tenor que otorgaba “favores”, cabildeaba y prometía, adquiría tierra compulsivamente, no sin antes crispar las políticas ambientalistas con el tema de las mineras y la aterradora amenaza de declarar nuevas reservas de la biosfera: Abrió el debate sobre el tema minero cuidando de que no se le saliera de control las más de 112 concesiones mineras otorgadas durante el gobierno de Felipe Calderón, justamente en las sierras de La Giganta y de Guadalupe que hoy pretenden “blindar” al amparo de reservas de la biosferas, mismas que se rigen en base a una legislación ambiental internacional cuya sede se encuentra en Estocolmo, Suecia, es decir, a través de un organismo supranacional.
Desde la semana pasada Juan José Guerra Abud –el “Secretario” como lo llamaba José Carlos Cota Osuna– dejó de ser Secretario del Medio Ambiente para convertirse en Embajador de México en Italia, quedando el estado sin “padrino” y cientos de hectáreas de tierra envueltas en el más oscuro misterio. ¿Quihúbole?.
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