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Chucky 7

Rafael Murúa
José Manuel Ibarra Araiza se ganó desde pequeño el apodo de «Chucky», por su comportamiento semejante al del célebre muñeco diabólico que protagonizó películas de terror a finales del siglo pasado. Una década después el Chucky se ganó otro apodo, el de «El asalta viejitos», por una serie de atracos perpetrados por él en los últimos meses a personas de edad avanzada en la colonia Ranchería de Santa Rosalía, donde radicaba con su abuela materna hasta el día de ayer, que fue remitido al CERESO de esta ciudad, después de una larga racha de delitos, impunidad y cinismo.
Por sus serios problemas de conducta el Chucky no concluyó la secundaria, le faltó poquito, después de un año de vagancia y ocio consiguió «por debajo del agua» papeles para poder cursar el bachillerato en el CBTIS 69, logró ingresar, pero por la procedencia de sus documentos fue rechazado al poco tiempo de la institución educativa. Hace casi un año le quebró el vidrio trasero del carro a un empleado del COBACH 06, solo por diversión, porque no se robaron nada del auto, las investigaciones de la Policía Ministerial lo evidenciaron, pero su condición de menor de edad lo salvó de consecuencias penales, la autoridad le indicó que tenía que reponer su daño, «Qué madre si no trabajo, ¿cómo voy a pagar?» reaccionó. A la fecha no pagó el vidrio. Este hecho marcó el inicio de la paulatina extinción de la sensación de seguridad a la que estábamos acostumbrados los vecinos de la colonia Ranchería.
Se empezaron a escuchar las quejas, alguien se estaba metiendo a las casas de los habitantes de la calle Antonio F. Delgado, parecían conocer a la perfección los horarios de los vecinos, se metían cuando nadie estaba, haciendo un cochinero, buscando en todos los rincones de los hogares dinero, algo de valor. En algunas casas daban con «el guardadito», en otras solo se llevaban la tranquilidad y serenidad de las víctimas.
Como político en campaña los delincuentes se fueron metiendo intermitentemente casa por casa, acechando su beneficio, hasta sumar decenas. Las personas perjudicadas empezaron a sospechar de los adictos de la calle, de los que no trabajan, y el engorroso proceso de denuncia los orillaba a sacar ellos mismos sus conjeturas. El Chucky era para entonces solo un sospechoso más, hasta que su desesperación por obtener ganancias fáciles menguó su recato.
Se desapareció un monedero con 5 mil pesos de una casa de la que vieron salir al Chucky, fue a pedir una tacita de leche a una vecina, luego de que se la dio la señora se percató que se le habían perdido 6 mil pesos, lo vieron salir de otra casa de donde se llevaron una lap top, un celular y dinero, cuando fueron a denunciar los policías le dijeron que necesitaban conocer el monto exacto de lo robado y presentar los documentos que avalaran la legal posesión de los objetos robados, como lo hubiéramos hecho la mayoría al confirmar lo difícil que es denunciar un robo y lo fácil que es cometerlo, en lugar de ir a buscar las facturas de los gadgets, la víctima se fue a la casa del Chucky que negó todo, como siempre que lo acusaban, se indignaba, pero una vez que el agraviado le habló de hombre a hombre, José Manuel aceptó su crimen y le devolvió la computadora y el celular, «lo demás lo tienen otros» dijo, confesando que tenía cómplices.
Recurrentemente era visto salir de domicilios solos y reprochaba a quien lo veía «para que digan que ando robando». Se ofreció a lavarle el carro a una señora que al reconocer al muchacho de tan mala fama se metió asustada a su casa, solo para darse cuenta que su bolso ya no estaba, cuando la señora volvió a ver al Chucky éste le dijo «la bolsa está ahí con mi nana pero sin el dinero». Se metía a tu casa, te robaba y a las pocas horas volvía para reclamar que andabas diciendo que él te había robado, difamándolo, antes siquiera que te pudieras armar de valor y romper el silencio, hasta que un día lo denunciaron y se lo llevó la policía, solo para que a las pocas horas estuviera suelto de nuevo y publicara en facebook que iba a seguir robando porque él le pagaba a la ley. Esa noche lo vi y le pregunté si él había sido el de los robos, dijo que si pero que ya se iba a calmar, al momento que me mostraba las heridas abiertas de sus muñecas recién desesposadas. Le dije que le encargaba mucho a mi gente (que afortunadamente no hemos sido víctimas de este joven que conocí desde niño), y le creí creyendo como creo que todo cambia invariablemente.
Luego de que esta serie de robos fuera todo un caso, la Dirección de Seguridad Pública del XV Ayuntamiento de Mulegé tomó cartas en el asunto. Asignaron un oficial a esa calle, luego a dos en cuatrimoto, la patrulla pasaba regularmente. Bien la autoridad municipal. Ojalá en todas las calles del municipio pronto podamos tener vigilancia como si ahí viviera un funcionario de primer nivel, o como si en el 80% de las casas se hubieran cometido asaltos. Ojalá podamos entrar otra vez al SUBSEMUN.
Dos calles más al norte el Asalta Viejitos (Como fue denominado enhttp://desdepalaciodemadera.blogspot.mx/) volvió a atacar. Su cinismo y la impunidad que gozaba llegaron a trascender y hoy José Manuel Ibarra Araiza está en el CERESO. Esperando sinceramente que el Chucky logre reinsertarse productivamente en nuestra comunidad, solo me queda invitar a la ciudadanía a organizarse y exigir justicia, no tomarla por sus propios medios, pero si a usar las redes, los medios que están a nuestro alcance para denunciar y organizarse, el Ayuntamiento hoy está más al alcance, dale tu queja, sugerencia, petición, exigencia o lo que quieras en el siguiente enlace: (https://www.facebook.com/H-XV-Ayuntamiento-de-Muleg%C3%A9-1……), sin olvidar denunciar formalmente el delito del que seamos víctimas, que no nos ahuyente lo exhaustivo del proceso, es necesario.
Rafael Murúa

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