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Centro infantil se apoya en perros para lograr rehabilitaciones

A Luci la rescataron cuando era una cachorra en un refugio canino hace siete años, pero su misión iría mucho más lejos que ser sólo compañía de una familia. Esta perrita ha aprendido 50 diferentes trucos para que, a través de estos, puedan volver más efectivas las terapias físicas y sicológicas de niños enfermos de cáncer, con alguna discapacidad o víctimas de maltrato y abuso que viven en albergues públicos del Estado de México.
«Hay casos de niños con daños tan severos, como parálisis cerebral, que ni siquiera pueden sostener su cabecita, y el simple hecho de ponerlos en contacto con un perrito los motiva para que al menos intenten agarrar o sujetarse a él, cosas que no se conseguirían con una pelota de fitness. Ellos están interactuando, sintiendo el calor y la respiración del animal», comentó Rafael Cano Torres, etólogo y doctor en veterinaria reproductiva de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).
Luci vive en un lugar que es único en todo Latinoamérica. Es una de los 84 perros que serán protagonistas del Centro Infantil de Rehabilitación con Asistencia Canina (CIRAC), inaugurado hace menos de dos meses en Toluca por el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, y el rector de la UAEM, Jorge Olvera García.
Las historias de éxito de las terapias asistidas por animales van desde algunas muy famosas como la de Sigmund Freud —el padre del sicoanálisis y de la sicología moderna— con su perrita chow chow, llamada Jofi.
El neurólogo austriaco descubrió que la presencia de la mascota en su consultorio era útil para que el paciente se animara, se relajara y se sintiera más confiado, y funcionaba aún más si se trataba de algún niño o adolescente. Otras historias poco conocidas han ocurrido en albergues del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del Estado de México.
Dinámicas y empatía
Fidela Falcón Vega y Adrián Escandón son educadores y sicoterapeutas desde hace 40 años. Ahora asesoran a personal del CIRAC. Durante su larga trayectoria la pareja no sólo ha tenido en las aulas de su escuela, llamada La Granjita, a los propios hijos del presidente de México, Enrique Peña Nieto, cuando estaban en el jardín de niños, sino que hasta lograron introducir la canoterapia en dos albergues del DIF en Toluca: Villa Hogar y Mónica Pretelini.
La dinámica en los centros del DIF estaba enfocada en crear empatía entre los niños y los perritos, así que los terapeutas, además de presentar a las mascotas por sus nombres, les ordenaban mostrar a los pequeños sus mejores trucos; luego Fidela y Adrián narraban un cuento, en el que los animales eran protagonistas de conflictivas historias que fueran similares a las que en su corta vida hubiera podido sufrir los menores, como violencia, maltrato o abandono.
Al final, a través de la creatividad, los niños debían plasmar en un dibujo sus sentimientos generados a lo largo de ese día.
Las primeras ilustraciones que surgieron de esta dinámica casi siempre estaban cargadas de agresividad. Por ejemplo, un niño, quien firmó como “Jenrrí”, trazó un perro ensangrentado y atravesado por un serrucho con la siguiente leyenda: «Perro callejero, llamado Dálmata, y matado por persona delincuente».
Las Terapias caninas facilitan adopciones
«Ese ambiente amable y de aceptación que les ofrecían los perros, les ayudaba a los niños a descargar esas pulsiones negativas que no habían podido desahogar, porque estos animales, además de ser cariñosos, no los juzgaban ni los dañaban como lo habían hecho los adultos. Las mascotas se convirtieron en sus mejores aliados», aseguró Fidela Falcón.
Con los meses de constantes visitas —continuó—, los pequeños comenzaron a cambiar los colores usados en sus dibujos, de sombríos a vívidos, dejaron de trazar armas o suicidios por corazones. Lo mejor vino después: los niños modificaron su actitud, lo que se reflejó en el incremento de las adopciones.
«Había una pausa en la adopción, pues los niños tenían demasiada resistencia hacia los adultos. Cada vez que los posibles adoptadores llegaban a visitarlos al DIF se quedaban en los rincones; eran agresivos. Para nuestra sorpresa, al año siguiente de estar yendo con los perros, el índice de adopciones se había incrementado casi en 50%, pues ya los recibían con mejor cara, con mejor ánimo», comentó el terapeuta Adrián.
Campus perruno
Con esos antecedentes se creó el CIRAC en el Campus del Rosedal, con una inversión de 10.5 millones de pesos. La Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UAEM es la encargada de operarlo.
Hasta este momento el proyecto ha cubierto la primera de cuatro etapas. Ya están listos los 84 habitáculos donde vivirán los perritos, y las oficinas administrativas, pero faltan las salas de terapia, consultorios, quirófanos veterinarios y áreas de adiestramiento canino al
aire libre.
En esta primera etapa, Rafael Cano Torres, director general de CIRAC, está concentrando en la preparación y selección de capital humano y de perros.
Entre el personal que el centro requiere están sicólogos, sicoterapeutas, fisioterapeutas, trabajadores sociales, veterinarios y etólogos.
Selección animal
Cano Torres explicó que está recurriendo a Centros de Control Canino del Estado de México y a sociedades protectoras de animales para rescatar a los perros que formarán parte del equipo. Sin embargo, la selección es en una compleja misión.
«Se trata de darle una segunda oportunidad a los perritos que han estado en abandono y/o maltrato, pero no podemos aceptar a cualquier animal, por cuestiones de bioseguridad. Si llega un perrito enfermo y nos contagia a los que ya llevamos mucho tiempo entrenando, perderíamos un recurso muy valioso.
“Tampoco podemos poner en riesgo a los niños con los que van a trabajar, porque muchos padecen cáncer y tienen el sistema inmunológico bajo”, detalló Rafael Cano.
Luci ya logró superar todos los filtros para ser parte del equipo. Entre los 50 trucos que aprendió está el quedarse totalmente inmóvil por largos periodos hasta que un niño con alguna discapacidad logre colocarle un aro en su cabeza. Esta perrita, sin duda, pasará a la historia como una de las pioneras en terapia asistida en México, en el sector público.
Asociación rescata a perros que salvarán a familias
Hay perros rescatados de albergues como Willy, Misha y Odín, que simplemente llegaron a cambiar la vida de sus amos. A Rafael, por ejemplo, antes de que Misha se convirtiera en su compañero, cuando la gente lo conocía veía a un niño con discapacidad, pero ahora que lo observan jugando a lado de su mascota, sólo perciben a un niño y a su perro, relata Nelly Goldberg, la mamá de este pequeño.
Hasta hoy suman 13 perros rescatados, seleccionados y rehabilitados por la asociación civil ACUMI, que ya fueron entregados en adopción a familias con algún miembro perteneciente a un grupo vulnerable, como niños con discapacidad o personas de la tercera edad.
Su mejor amigo: la medicina de Darío
Willy estuvo encerrado en la jaula de un albergue por más de dos años, desde que nació hasta que por fin se convirtió en el compañero de Darío, un niño de diez años con autismo.
Desde el momento en que se conocieron hubo una química entre ambos. Darío, que le temía a los perros y detestaba el contacto con los animales, extrañamente se le acercó y acarició su pelaje, pero ese contacto no terminó ahí, sino que además se tiró en el pasto para jugar con él.
«Para nosotros eso ya era algo muy bueno para Darío, porque antes de conocer a Willy evitaba el contacto con personas y animales. El tocar a los perros lo ponía nervioso. Yo les diría que es algo maravilloso y una gran bendición que haya llegado a nuestra familia», comentó Nancy Calderón, mamá de Darío.
Desde que Willy llegó a la vida de esta familia hace casi dos años, los avances de Darío han sido evidentes, se ha vuelto más tolerante, paciente y ha comenzado a socializar con las personas. Ya permite en las consultas, por ejemplo, que los doctores lo revisen sin tener que sujetarlo por la fuerza como había que hacerlo, y ha vencido la resistencia a tocar texturas como el pasto o la tierra.
La rehabilitación de odín tras un ataque
«Lo que hacemos es rescatar a perros en desventaja, que buscan una familia, como Odín, que perdió un ojito durante el ataque de una persona. Ahora estamos trabajando con él, no sólo para tratar de cambiar la vida de horror que sufrió, sino para lograr que además de ser un perro feliz también ayude a una familia. Tenemos una historia de un señor mayor que estaba solo, y adoptó a un perrito, que se convirtió en su compañía y también en el motivo para seguir saliendo a la calle a pasear. La calidad de vida de este hombre mejoró profundamente desde que tiene a una mascota en su casa», argumentó Mijal Tawil, socia de ACUMI.
De la selección de los perros, uno de los encargados es el médico veterinario y etólogo de la UNAM, Roberto Ruiz. Entre el perfil que buscan en albergues de la Ciudad de México para poder integrarlos al equipo ACUMI, es que tengan un temperamento sociable, tolerante, inteligente, afectuoso y amable.
«El rehabilitarlos les da la oportunidad de integrarlos a una familia, porque como nosotros, son una especie que necesita pertenecer a un grupo para sobrevivir. Mientras que a los niños con alguna discapacidad, el hecho de que puedan tener un animal a su cargo, les da un valor a ellos mismos, de sentirse útiles y aumenta su autoestima», explicó Roberto Ruiz.
El entrenamiento del “perro ACUMI” consiste en que obedezcan comandos básicos como sentarse, echarse, venir y estar quieto, pero también habituarlo a la manipulación física simulando la que puede encontrar con sus futuros amos: abrazos, jaloneos y besos.
Para acostumbrar a los perros a la manipulación física, algunos viernes del mes tienen pactada una cita con jóvenes que tienen síndrome de Down, integrantes de la organización civil Daunis. Perros como Odín ayudan a estas personas a perder temor y a empoderarlos, “se vuelven los responsables del cuidado de un ser vivo”, dijo Jorge Óscar Pérez, gerente de Daunis. Odín, tras el ataque en el que perdió un ojo, encabeza la lista de perros ACUMI que llegará a cambiar la vida a una familia.

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